Por lo general, en la adolescencia estamos expuestos a muchos cambios de humor repentinos e inexplicables como consecuencia de que nuestro cuerpo experimenta diversos cambios hormonales que nos preparan para la edad adulta.
Aparte del aumento de las presiones sociales, el inicio de la menstruación, por ejemplo, introduce a las adolescentes en la tensión premenstrual (o síndrome premenstrual) y en los cólicos menstruales, siendo los primeros una mezcla de síntomas físicos y psicológicos, como el aumento temporal de peso, la retención de líquidos, la depresión, los ataques de mal genio y otros similares.
De todos ellos, la depresión es quizá una de las afecciones más comúnmente identificadas y de la que dan fe tanto los hombres como las mujeres, sobre todo al inicio de la pubertad.
La depresión es un término que utilizamos coloquialmente para referirnos a cualquier periodo concreto de tristeza y letargo prolongados. El uso coloquial nos permitiría incluso llamar depresión a cualquier punto "bajo" entre periodos de "subidón" o felicidad. Una frase popular, con la que muchos estamos familiarizados, llega a decir que la depresión es, de hecho, simplemente ira sin entusiasmo.