I. SERENO: Cuando me examinaba a mí mismo,
¡oh Séneca!, aparecían en mí algunos vicios,
puestos tan al descubierto que podía cogerlos con la
mano; otros más obscuros y apartados, otros no
continuos, sino que vuelven de cuando en cuando,
de los cuales estoy por decir que son los más molestos,
como esos enemigos escondidos que asaltan
en las ocasiones, con los cuales ni se puede estar
preparado como en la guerra, ni seguro como en la
paz.