Presentamos el último número del Portavoz de la Gracia: La deidad de Cristo. Se presentaron numerosos desafÃos al reunir estos artÃculos. Algunos de los artÃculos más completos de las teologÃas sistemáticas son altamente técnicos y, lamentablemente, ¡a menudo, secos como el polvo! Un tema tan glorioso, deberÃa llenar nuestros corazones de asombro, alabanza y adoración, en lugar de ser un somnÃfero para una noche de insomnio. Por otra parte, los artÃculos más amenos, no siempre trataban a fondo, las profundas cuestiones que han surgido a lo largo de los siglos en relación con este controversial y profundo tema. La resolución fue encontrar artÃculos legibles y trasladar la información técnica a las notas a pie de página; por ello, nuestros lectores encontrarán más notas de pie de página de lo habitual. El tema era y es, demasiado vasto y profundo para abarcarlo bien en cuarenta y ocho páginas, por lo que este Portavoz es, simplemente, un abrebocas. No obstante, rogamos de todo corazón que el lector vea algo de la gloria y la belleza del Verbo hecho carne, a medida que se desarrollan estas páginas. El puritano Isaac Ambrose, introduce este Portavoz declarando que no se puede encontrar un tema más excelente para hablar o escribir que la persona de Jesucristo. A continuación, Charles Hodge nos ofrece un breve repaso de la enseñanza del A.T. sobre la deidad de Cristo. Otro puritano, Thomas Brooks, demuestra la deidad de Cristo, examinando los honores debidos a Dios que los escritores bÃblicos otorgan a Jesús. Octavius Winslow examina los atributos y los nombres de Dios que los escritores bÃblicos aplican a Cristo. A continuación, W.G.T. Shedd inspecciona las obras de Dios que también se atribuyen al Señor Jesucristo. Juan 1:1 es el campo de batalla, en donde la exposición de A. W. Pink nos ayuda a ver la gloriosa deidad de nuestro Señor en él. David Martyn Lloyd-Jones ofrece un estudio muy útil de los argumentos más importantes para entender correctamente la deidad de Cristo, tal como se presenta en Romanos 9:4-5. Finalmente, Charles Spurgeon tiene la última palabra. Atrapado por la asombrosa verdad de que Dios se hizo hombre para salvar a los pecadores, Spurgeon hace un llamado ferviente y urgente a hombres, mujeres y niños para que crean en el Dios-hombre para el perdón de los pecados y la vida eterna.