En una exposición mundial cuyo tema es “Man and his world”, “La Terre des Hommes”, y que está dirigida a desarrollar los diferentes aspectos de la vida y las actividades del hombre, no es inútil, quizá, hacer una pausa por un momento y preguntar quién es este hombre al que se dice le pertenece este mundo, el mundo o la “tierra” que ha conquistado y que, sin embargo, en el momento en que sus conquistas parecen ser más rotundas, está a punto de destruirla. El hombre moderno se siente en la tierra como en su casa, o mejor aún, quisiera sentirse completamente en casa en este mundo, en contraste con el hombre cristiano tradicional, u hombres de otras civilizaciones quienes íntimamente siempre se sintieron viajeros en este mundo y unos extraños sobre la Tierra, porque la consideraban sólo como residencia temporal. Aun así, el hombre moderno no puede evadir y olvidar totalmente su anhelo interno de la estancia en el más allá, su impulso hacia lo trascendente, o considerar como obvio el hecho de que cuanto más trata de llegar a ser completamente un ser terreno, una creatura de esta tierra, la tierra se hunde más, bajo sus pies, y parece salirse de la armonía del ambiente terrestre. Es una paradoja que cuando el hombre trató de ser más “natural” durante el período postmedieval, perdió la armonía y el contacto con la naturaleza, poniendo hasta en peligro su propia existencia en ella.