-Éste no es un cuento de hadas, detective -interrumpió otra vez-. Ésta es una historia de amor.
-De desamor -lo corregí a mi vez.
Una ex detective vuelve, después de mucho tiempo y bastantes fracasos, a aceptar un caso: encontrar y traer de vuelta a una mujer que abandonó a su marido para huir con otro hombre hacia el interior de la taiga. Este marido traicionado está convencido, por un breve telegrama que recibió, que en realidad su segunda ex esposa quiere que él la encuentre. La ahora escritora de novelas negras contrata a un traductor para que se internen en ese bosque donde cosas extrañas suceden, donde la realidad se distorsiona y donde la traducción misma comienza a traicionar el sentido del lenguaje y de los sentidos.
Se dice que la gente que vive en la taiga se vuelve loca por la desesperación de huir de ahí. La taiga es monotonía y soledad, un territorio invadido por los primitivos excesos del capitalismo (acumulación y expulsión, corrupción y crueldad), aunque las lecciones de su viaje serán más vivenciales que morales: así como el amor puede volar, el desamor también. A veces dejar todo atrás es lo único que queda por hacer, porque ¿hay algo que de verdad exista para siempre?