Si la necesidad de que las mujeres se cubran la cabeza pertenece en el judaísmo, más que a auténticas normas escritas, al conjunto de prescripciones que invitan a la modestia, la situación está más articulada en el cristianismo y, decididamente, se presenta todavía más compleja en el islam.
En el mundo cristiano el velo se ha emancipado tanto en el plano simbólico como en el normativo (porque ya no es obligatorio ni para las religiosas ni para las mujeres laicas), mientras que en el islámico algunas mujeres lo llevan por devoción, otras porque quieren ser identificadas a simple vista como musulmanas, otras aún para que las dejen en paz. Las hay que han tenido que dar la batalla en la familia para ponérselo y otras, en cambio, se han visto obligadas a ponérselo por la misma familia; hay quienes lo ven todavía como el emblema de la sumisión y quienes lo entienden, por el contrario, como modo de rebelarse, contra el régimen o contra el Occidente.