La democracia ha quedado atrapada en el principio de representación, es pensada únicamente a través de dicho principio y se ha convertido en su prisionera.
También está atrapada en el mercado, que le impone sus leyes hasta llegar a situaciones caricaturescas, como es el caso en la actualidad.
Sin embargo, a pesar del renovado auge de los populismos, de la desconfianza de los ciudadanos frente a los representantes elegidos por ellos, y de la aparente indiferencia política, la idea democrática vive en los barrios, en las ciudades, en las escuelas y en las empresas, en forma de colectivos informales de ciudadanos que asumen directamente las cuestiones que les preocupan y participan en los grandes debates de sociedad.
Estas experiencias manifiestan una forma nueva de democracia que aún no ha sido nombrada. La forma anterior, aun presente, se llamaba democracia representativa o democracia electoral; la que está emergiendo duda entre llamarse democracia de opinión, democracia del público o democracia participativa. Otro nombre posible es el de democracia continua, como propone Dominique Rousseau en este libro, donde defiende los principios y las implicaciones de una profunda reforma institucional que refleje el carácter vivo y concreto del ejercicio de la democracia.