Imagine un año sin gastar dinero, la asombrosa realidad de vivir sin nuestro recurso más importante.
Esto fue lo que quiso experimentar el exempresario irlandés Mark Boyle, que lleva desde hace ocho años una vida sin dinero, pero la disfruta al máximo. Siguiendo sus propias reglas estrictas, Boyle aprendió formas ingeniosas de suprimir las facturas y vivir de forma gratuita. Destacando el enorme desperdicio inherente a la vida moderna occidental, se dio cuenta de la importancia de aprovechar cada recurso disponible: "Usaba madera que cortaba o recogía para calentar mi humilde morada en un viejo bidón de gasolina y hacía compost humano a partir de mis desechos". Para transportarse utilizaba su bicicleta, para alumbrarse, velas hechas con cera de abeja.
Pero la historia de Mark Boyle no es la de un anticapitalista redomado, sino la de alguien que, con espíritu científico y aventurero, decide cuestionar radicalmente la forma en que vivimos actualmente. "Irónicamente, he encontrado que este año ha sido el más feliz de mi vida. Tengo más amigos que nunca, no me he enfermado desde que empecé y nunca he estado más en forma. He encontrado que la amistad, no el dinero, es la verdadera seguridad. Que la mayoría de la pobreza de Occidente es espiritual y que la independencia es realmente interdependencia".