Los ordenadores de la librería donde trabaja Woody no funcionan correctamente, aparecen errores en los catálogos y los pedidos desaparecen sin dejar rastro. La muerte por atropello de un empleado marca el inicio de la debacle: un dependiente acusa a otro de acoso sexual; otro pierde la habilidad de leer; los monitores de seguridad muestran cosas que se arrastran entre las estanterías y desaparecen antes de que nadie pueda encontrarlas...
Los húmedos y silenciosos seres que han estado merodeando en el sótano pueden ser lentos, pero son inexorables. Esta librería no es un refugio. Es la puerta hacia un infierno como no hay otro igual.