Inteligencia total, voluntad libre, sentimiento capaz de desinterés: estas son las prerrogativas que sitúan al hombre en la cima de las criaturas terrestres. Siendo total, la inteligencia toma conocimiento de todo lo que es, tanto en el mundo de los principios como en el de los fenómenos; siendo libre, la voluntad puede elegir incluso lo que es contrario al interés inmediato o a lo agradable; siendo desinteresado, el sentimiento es capaz de mirarse desde fuera, y no lo es menos de ponerse en el lugar de los demás. Todo hombre puede hacerlo en principio, mientras que el animal no puede, lo que sale al paso de la objeción de que no todos los hombres son humildes y caritativos. Ciertamente, los efectos de la «caída» debilitan las prerrogativas de la naturaleza humana, pero no pueden anularlas sin anular al hombre mismo.
