No es una historia sobre ranas ni sobre el espacio. Es sobre lo que ocurre cuando alguien se atreve a detenerse, mirar su propio universo interior y seguir pintando, aunque no entienda del todo lo que ve. Más que una novela, es una respiración hecha palabra, una contemplación, un instante suspendido. Un lienzo donde cada trazo parece moverse por sí mismo, como si el universo también estuviera intentando entenderse.
Es una novela dramática.