Toda la vida por venir es una novela encantadora y deliciosa, pero también dolorosa, acogedora, íntima y coral, que explora los mecanismos de la vergüenza y del duelo, pero sobre todo los del afecto y del cuidado, y los saca a relucir con sabia delicadeza, capaz de fascinarnos y de sorprendernos.
Un desgarro que parecía imposible reparar, una familia que con el paso de los años vuelve a encontrar su camino mediante la fuerza de los vínculos. Hay libros que se le meten a uno dentro, que nos acompañan de la mano en el día a día. Esto es lo que sucede con el magnético debut de Roberta Recchia, una historia de la que uno no quisiera separarse, con protagonistas vivos y auténticos. Como Marisa y Stelvio Ansaldo, que se enamoraron en la Roma de los años cincuenta en la tienda del padre de ella, el sor Ettore. La suya es una de esas familias de las películas de amor en blanco y negro, hasta que, años más tarde, su adorada hija Betta, de dieciséis años -una joven bellísima y resuelta-, es asesinada en la costa del Lacio, lo que provoca que todos acaben perdiendo su centro. Ese cariño y esa complicidad mutua ya no existen, solo hay el dolor por la hija perdida para siempre. Nadie sabe, sin embargo, que en la playa, junto a Betta, se encontraba su prima Miriam, tímida e introvertida, ella también víctima de una violencia imposible de describir. En el contexto de una investigación frenada por omisiones y prejuicios hacia una adolescente que encaraba la vida con la exuberancia propia de su edad, Marisa y Miriam deberán afrontar el peso cotidiano de su tragedia. El secreto de esa noche se convierte en un muro infranqueable para Miriam hasta que -llegada ya al límite- su encuentro con Leo, un joven del extrarradio, aporte una luz inesperada: el comienzo de un amor que abre una brecha por donde nadie se ha atrevido a mirar.