Rostand nos muestra en esta obra que la historia de la biología es, como la historia de la ciencia, una suma de errores rectificados en un camino que, lejos de ser recto, racional y lógico, está lleno de rodeos, de incoherencias. Aunque el progreso técnico amplíe las posibilidades de la investigación, las ideas preconcebidas, los prejuicios imponen resistencias que frenan la aparición de nuevas interpretaciones, de nuevas «verdades» hasta el momento ocultas. Éstas aparecen claras, obvias y sólidas cuando lo son también unos hechos que, antes inconexos y contradictorios, pasan a ser «pruebas».
Este bosquejo de la historia de la biología comienza con el método científico en el siglo XVI y termina a comienzos del siglo XX (poco antes de la síntesis evolutiva moderna, que emergía entre los años treinta y cuarenta). Se centra, de manera necesariamente concisa, en los considerados sus problemas centrales: la generación de los seres vivos y su evolución. Indudablemente son estas cuestiones fundamentales las que tenían que ser elucidadas, sus debates internos tenían que ser resueltos, para que la biología se consolidara como ciencia.