A lo largo de la historia, frecuentemente la religión ha estado conectada a la identidad y funcionado como soporte o defensa de la polÃtica dominante. Surge esta pregunta: ¿cómo puede la religión devenir y seguir siendo la principal fuerza motora de acción no violenta, reconciliación y búsqueda de justicia en sociedades afectadas por conflictos graves? Para ser verdaderas constructoras de la paz, las religiones necesitan tener en cuenta la naturaleza fluida y porosa de todas las identidades -incluidas las religiosas-, cultivar un sentido de identidad poliédrica en la vida de los individuos y de las comunidades, juntar fuerzas con iniciativas de la sociedad civil y de movimientos sociales, promover la equidad y la justicia, y ayudar a sanar recuerdos y reescribir la historia.