El rosismo, entendido como una peculiar expresión urbana del caudillismo rural del siglo XIX, ha sido siempre uno de los temas que mayor polémica ha generado entre los investigadores, ensayistas y pensadores argentinos. Considerado en gran medida como responsable del rumbo que la sociedad argentina tomó en dicha centuria, los historiadores han tendido a aprehender la figura de Rosas a partir de sus propias militancias y estrategias políticas del momento. De esta manera, pudo convertirse en símbolo de dictadura y violencia política, en bandera del nacionalismo político y económico, en expresión de la opresión de las clases dominantes, o en emergente de una sociedad eminentemente autoritaria.