La edición de El hechicero, un texto inédito de Nabokov, ha sido saludada internacionalmente como un acontecimiento literario de primera magnitud.
El hechicero, que fue calificada por Nabokov como «la primera palpitación de Lolita», cuenta también, en efecto, una historia de paidofilia, pero con un enfoque, un desarrollo y una intensidad peculiares, y tan extraordinarios como los de la novela que hizo mundialmente famoso a su autor. El protagonista es aquí un caballero de posición acomodada, atormentado por los interrogantes que le plantean sus inclinaciones eróticas, se enamora un día de una niña de doce años a la que conoce por casualidad en los jardines de una gran ciudad europea. Incapaz de contener sus impulsos, el caballero decide acercarse a la niña casándose con su madre, una viuda cuyo estado de salud ofrece serias dudas.
Tan metafórico como siempre, pero más explícito que nunca en las escenas eróticas, este nuevo Nabokov nos muestra al gran escritor en plena posesión —en pleno disfrute, habría que decir— de su talento creador, calibrando matices, midiendo efectos, mezclando astutamente lo trágico y lo cómico, el horror del pecado y el picante de la farsa, construyendo una trama perfecta, arrastrando al lector y cautivándole con el hechizo y la magia de las palabras.
El hechicero ha sido felizmente rescatado de entre sus papeles por su hijo Dmitri, quien la ha traducido del ruso. Ya el propio Vladimir Nabokov se propuso publicarla, pero la redacción de Ada y su traducción de Eugene Onegin le apartaron de este proyecto. Sólo ahora, pues, aparece esta «nouvelle», que entra por derecho propio en el canon de las mejores obras de este autor. Pues se trata, sin la menor sombra de duda, de una obra maestra.