Cuentan los Evangelios que los soldados romanos, tras haber crucificado a Jesús, echaron a la suerte para ver quién de ellos se quedaba con el manto que aquél había llevado. ¿En manos de quién cayó la vestimenta tejida por los hábiles artesanos de Galilea? ¿Cuál fue su destino? ¿En qué escenas de vida estuvo presente? A través de esta novela se evoca la historia de la prenda cuyo destino va extrañamente unido al de un Tribuno Romano. Por las tierras de Roma —eterna e imperial—, por los polvorientos caminos de la vieja Galilea, por las deslumbrantes villas de Capri y las históricas calles de Atenas, pasean los personajes de este libro sus figuras, torturadas o serenas, generosas o malignas. El Amor alcanza a florecer en un suelo en que la semilla más fructífera es el Odio, y si la novela está llena de abnegación y sacrificio, no menos llena está del desenfreno y la maldad de una Corte degenerada.