Alejandro de Humboldt (Tegel, 1769- 1859) es uno de los máximos representantes del Siglo de las Luces en el campo científico. Es muy difícil encontrar un personaje histórico que rivalice con él en la asociación inconfundible de su nombre con la geografía. Eminente científico, se forma en física, geología, astronomía, botánica y meteorología. En nuestro país su legado fue ampliamente difundido gracias a la traducción que, en 1876, Bernardo Giner de los Ríos realizó de Cuadros de la Naturaleza, edición que presentamos actualizada en esta nueva colección. Tras obtener un permiso del ministro español Urquijo, Humboldt emprende un viaje científico al continente americano, cuyo resultado sería una ingente cantidad de obras científicas que ayudaron a comprender la realidad americana en muchas de sus vertientes. Sus escritos se consideran un antecedente inmediato de la geografía humana; se interesó por el estudio de las culturas prehispánicas y asentó los inicios del posterior desarrollo científico americano. Su doctrina social y política influirá también en el pensamiento de muchos líderes independentistas. Cuadros de la Naturaleza ofrece la visión humboldtiana de la ciencia geográfica, cuyo objeto de estudio son los fenómenos terrestres, incluyendo al hombre, al tratar de descubrir el orden existente en las apariencias caóticas de la Naturaleza y las conexiones que se dan entre fenómenos distantes pero que obedecen a una misma causa. Humboldt utiliza un método empírico de observación sistemática que, por medio del raciocinio, debe conducir a la explicación causal de dichos fenómenos y a su comparación con otros similares. Pero su método no es la simple observación neutra; para él, al igual que para los grandes románticos prusianos, como Schiller y Goethe, la contemplación de la Naturaleza es fuente de placer estético y un camino para su comprensión. En Cuadros de la Naturaleza se enfatiza el goce que embarga al viajero cuando mira, con ojos admirativos, los grandes paisajes de las cordilleras americanas, sus selvas, sus ríos y los restos de las civilizaciones antiguas, sin que por ello se deje llevar por construcciones ideales basadas en la especulación.