Una semana muy oscura de 1927 un hombre es asesinado en extrañas circunstancias y su cuerpo aparece en un callejón de París.
El hallazgo plantea un enigma escalofriante, pues además del extraño color que presenta la piel de la víctima en el cuello se advierte una herida que no puede atribuirse a ningún arma o depredador conocido.
El caso es asignado con discreción a la Brigada Nocturna, una división de la policía francesa especializada en crímenes imposibles de resolver. Entre los detectives desplegados se encuentra el joven Pierre Le Noir, que cuenta con una curiosa red de informantes en el barrio. Gracias a ésta, Le Noir conoce a una hermosa mujer que tiene oscuros motivos para interesarse en el cadáver, y a partir de su encuentro con ella comprende que el caso involucra magia e hipnosis, migrantes ilegales y millonarios respetables, pero, sobre todo, que si desea detener al culpable debe infiltrarse entre surrealistas y dadaístas, dos grupos de artistas rijosos y explosivos, siempre en líos con las autoridades, y entre los cuales se hallan André Breton, Tristan Tzara y Man Ray: todos son sospechosos, porque todos tienen algo que ocultar.