Los adultos estamos colonizando la infancia de manera acelerada por la vía de lo híper: infancias hiperactivas, hipersexualizadas, hiperconectadas... Queremos que sean como nosotros: emprendedores, con una identidad sexual clara, dominadores de varios idiomas y creativos. Idolatramos la autoestima, elogiándolos indiscriminadamente como si ya fueran geniales por el simple hecho de ser niños, a menudo origen de egos inflados de narcisismo. Y, al mismo tiempo, los queremos controlados y evaluables en sus resultados.
¿No estaremos privándoles del tiempo propio de la infancia, aquel que Freud reservaba para comprender qué significa hacerse mayor? ¿O de los entornos facilitadores de desarrollo a los que aludía Skinner? ¿Cómo seguir siendo interlocutores válidos para esta infancia del siglo XXI?
Este libro está dirigido a un amplio público de madres y padres, docentes y profesionales.