El día en que Ronda Morrison, una mujer blanca, fue asesinada en Monroeville, Alabama, en noviembre de 1986, Walter McMillian, un hombre afroamericano, se encontraba en su casa, junto a su familia. Docenas de personas, incluido un agente de policía, lo vieron allí y podían corroborar su coartada. Y, aun así, en 1989, tras un juicio que duró un día y medio y en el que varios testigos fueron coaccionados para acusarle, McMillian fue condenado a muerte por asesinato.
Bryan Stevenson fundaba por aquel entonces la Iniciativa por la Igualdad de la Justicia, un bufete de abogados dedicado a defender a los que más lo necesitan: los pobres, los niños, los condenados injustamente, los atrapados en los confines del sistema judicial de Estados Unidos. El de McMillian fue uno de sus primeros casos, y le llevaría por un entramado de maquinaciones políticas y racismo estructural que transformaría para siempre su forma de entender la justicia.