Caminar en las sendas antiguas de Dios da como resultado un evangelismo generacional. Cada generación no sólo es responsable de evangelizar a su propia generación, sino también de evangelizar a las dos generaciones siguientes. Si de nuevo redescubrimos las “sendas antiguas” de Dios y empezamos a caminar en ellas, prácticamente estaremos asegurando que nuestros hijos y nietos servirán a Jesucristo todos los días de su vida.