Sabemos desde hace mucho cómo ha transformado la humanidad la superficie terrestre, pero no somos del todo conscientes de la presión sin precedentes a que están siendo sometidos los océanos. Éstos han cambiado más en los últimos treinta años que en toda la historia anterior de la humanidad. En la mayoría de los lugares han perdido más del 75 por ciento de su megafauna y hoy ya se está pescando hasta a tres kilómetros de profundidad. Los océanos son las autopistas del mundo globalizado y el rugido de los motores puede oírse en todos los rincones, incluso bajo el hielo polar. Pero a las amenazas tradicionales se están sumando las del omnipresente plástico y las sustancias químicas tóxicas o la creciente acidez de las aguas debida a las emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo -nos recuerda el autor-, no tenemos por qué asistir impotentes a la degradación de todo lo que amamos en el mar. El cambio positivo está en nuestras manos.