El filósofo y hombre de ciencia alemán contemporáneo se hace la pregunta eterna: ¿qué es la filosofía?, y la responde, deliberadamente, desde su posición de hombre de ciencia, de filósofo existencialista, de racionalista equilibrado y de espíritu de honda y renovada fe religiosa que se sabe vinculado a un mundo al que amenaza la catástrofe. Desde esta perspectiva, la totalidad de la filosofía se manifiesta al autor como la expresión de un eterno inquirir humano cuyo origen, en el sentido auténtico de esta palabra, es incierto, y cuya meta, sucesivamente apresada y desvanecida, es siempre el hombre. Un hombre que nace como tal cuando toma conciencia de sí mismo, es decir, cuando filosofa. Criatura, por lo tanto, cuya historia esencial, a las veces dichosa y acongojada, desemboca en la crisis de nuestros días y a la cual le es necesario encontrar el camino que la limpie y la salve, camino que debe quedar abierto y seguro también para los demás hombres. Todo esto dicho con la especial bondad que debe ser característica del filósofo: el lenguaje claro y conciso, que pone al alcance del no profesional los temas más importantes de la filosofía actual, sin el rigor excesivo e intimidante de la terminología de otros filósofos.